Por qué Orúnmila no baja a la cabeza de ningún Awo
Olodumare, creador de la Tierra y de todos los Orishas, les otorgó poderes y ashé. Creyendo que había terminado su labor, confió en que los Orishas irradiarían su poder a varias personas simultáneamente, protegiéndolas con su astral. Sin embargo, aquellas personas irradiadas dejaron de ser como antes y, al hablar, decían cosas que desconocían, ya que estaban poseídas por una divinidad montada de Osha.
Al principio, este fenómeno fue aceptado, pero con el tiempo, todo cambió. Cada cual se creyó superior al otro, iniciando guerras armadas y basadas en conocimientos esotéricos. La humanidad estuvo al borde de la destrucción, pues cada uno se consideraba un dios por los conocimientos adquiridos. Un día, Olodumare envió a Eshu a la Tierra para inspeccionar y reportar las condiciones de sus habitantes.
Eshu encontró envidia y rivalidad entre los humanos. Preguntó a uno de los autoproclamados sabios la causa de la guerra. Este respondió: «Yo soy hijo de Osanyin y él me ha concedido grandes poderes. La guerra es producto de la envidia que los demás me tienen.»
Eshu, molesto, replicó: «A Olodumare no le agradará su comportamiento. Él y los Orishas no aprueban esta guerra, y debe terminar.» El hijo de Osanyin respondió con arrogancia: «Yo soy Rey y no permitiré que nadie me destrone.»
Eshu continuó investigando, recibiendo respuestas similares, y luego informó a Olodumare. Tras meditar, Olodumare decidió enviar a los Orishas a la Tierra para hablar con sus hijos y mejorar su conducta. Obatalá fue el primero, pero fracasó, al igual que los demás Orishas.
Finalmente, Olodumare recurrió a Orúnmila y le dijo: «He enviado a todos los Orishas a la Tierra, pero han fracasado. La envidia y maldad están destruyendo a la humanidad. Tú eres mi última esperanza para arreglar y terminar esta guerra.»
Orúnmila respondió: «Prometo tratar de arreglar a la humanidad, pero no bajaré ni montaré en la cabeza de ninguno de mis hijos mientras cumplo esta misión.» Olodumare aceptó: «To Iban Eshu.»
Explicación:
Esta historia nos enseña que el liderazgo verdadero requiere compromiso y sacrificio. Orúnmila, al asumir la tarea de corregir a la humanidad, muestra que un líder debe permanecer imparcial y no dejarse influenciar por el poder. Este patakie explica por qué Orúnmila no baja a la cabeza de ningún Awo ni Omofá, subrayando la importancia de la integridad y la sabiduría en la guía de los demás.